Todos o casi todos tenemos una opinión sobre el colectivo gay. Sin importar nuestro punto de vista tendemos a comenzar cualquier discusión con un “conozco a mucha gente gay” o “tengo muchos amigos homosexuales”. En mi caso no es cierto. No se cómo se sienten realmente, o lo que implica. Mi familia es tradicional, conservadora, soy heterosexual y he estudiado toda mi vida en un colegio católico.
Hoy
mis padres y yo hemos acudido a Mardi Gras, la cabalgata del orgullo gay en
Sidney. Yo admito que lo hice sin ninguna intención reivindicativa y sin
demasiado interés en el fondo. Simplemente quería ver el espectáculo, el
descontrol y el impacto que alguien tan distinto a mi iba a causarme, preparé
mi cámara… y me equivoqué por completo.
Nada
más acomodarnos, los disfraces dejaron de tener importancia y mis ojos
comenzaron a posarse en madres y padres orgullosos de sus hijos ataviados con
banderas de colores, manos de gente de todo tipo agarradas, miradas que se
cruzaban con ojos brillantes de la emoción y sonrisas entre extraños.
Cualquier
fotografía carece de sentido porque no es para nada extraordinario. Lo que se
respiraba antes de la cabalgata es algo que he sentido antes y está en cada uno
de nosotros. Los críticos tienen razón, es lo más parecido a la locura del mundo y se define con cuatro letras… AMOR.
No
estoy en posición de entender lo que sienten las 12.000 personas que desfilaron
en esa cabalgata. Tampoco sé lo que sintió Becquer al escribir poesía, Mozart
al componer música o Ángela al ver por primera vez a su hija Matilda. Aunque
hubiese estado presente, seguiría sin saber lo que sintieron mis padres el día
que dijeron si quiero hace 25 años. Cuando el primer hombre del desfile levantó
un cartel diciendo el motivo por el que debería permitirse el matrimonio gay no
había música sonando, ni gritos, ni critica a ninguna institución, solo había una
frase escrita… “because I love him”.
Reitero que no
sé absolutamente nada sobre el colectivo LGTB pero si sé que el amor es lo más
ilógico del mundo y precisamente lo que nos hace ser quienes somos. Mi función en esa
cabalgata no era juzgar, ni unirme bailando y gritando a algo que no me afecta directamente. Creo que simplemente era demostrarle con mi presencia a cada persona que desfilaba que
respeto cómo se sienten y de algún modo agradecer el riesgo que toman por ser
irracionales.
Dejando el envoltorio a un lado, la realidad es que su acto de amor, el odio que puedan generar y su lucha contra la sociedad es por su sentimiento hacia otra persona, no por ellos mismos. Mardi Gras es, a fin de cuentas, la mayor muestra de locura y humanidad que he encontrado desde que he llegado a Sidney.
Dejando el envoltorio a un lado, la realidad es que su acto de amor, el odio que puedan generar y su lucha contra la sociedad es por su sentimiento hacia otra persona, no por ellos mismos. Mardi Gras es, a fin de cuentas, la mayor muestra de locura y humanidad que he encontrado desde que he llegado a Sidney.