Al tercer mensaje me di cuenta de que era alguien especial. Cuando le pregunté que planes tenía en mente, no me habló del verano, ni de su agobio por los exámenes o lo difícil que es ejercer como abogada. Me dijo que planeaba aprender el idioma de signos para escribir cuento para niños sordos. Luego, una de las pocas personas que me vio dar el peor primer beso de la historia, siete años y cinco minutos de mensajes después me envió un texto que acababa de escribir sobre la madurez.
Aunque nunca podré expresarlo tan bien como ella y he perdido la foto de sus notas a mano al cambiar de teléfono y número, le debía y me debía a mí mismo un post sobre este tema.
Madurar no asusta tanto. No es más grande, más serio ni más responsable. Madurar es menos. Son menos momentos sin pensar las consecuencias y menos personas con las que compartir tu locura, tus éxitos y tus fracasos. Son menos enfados y menos euforia. Es depender menos, emocionarte menos y creer menos en Hollywood. Son menos horas reflexionando para volver al mismo punto y sobre todo son menos culpas y reproches a los demás.
Madurar es salir de tu refugio y empezar a dar pasos. Duele por todo lo que vas dejando atrás, porque la arena quema y lo fácil es culpar a quien no tiene la obligación de sufrir contigo, en lugar de mirar hacia adelante. El viaje es tuyo y tienes que disfrutarlo con todas sus consecuencias. Un día, quizás a través de un mensaje inesperado, te darás cuenta de que solo caminando por ti mismo podrás cruzarte con las personas indicadas en el punto exacto.
Si no sabes como empezar, prueba a seguir las huellas de aquellos que llevan una vida dando pasos a tu alrededor. Descubrirás que desde su propio comienzo y dudas, sin ni siquiera saberlo ellos mismos, han estado allanándote el camino y sacrificándose por equiparte para recorrer el tuyo propio.
"Aprendes que las cosas pasan y no eres el centro
Que no gana siempre el que tenga mejor argumento
Que merecerse algo no significa tenerlo
Pero también que tarde o temprano siempre te ocurre algo bueno"